

Por: Redacción Especial
La Expo Real Estate 2025 reventó de gente. Pasillos llenos, stands brillantes, charlas con frases motivacionales y promesas de un futuro inmobiliario glorioso. Pero en el fondo, la sensación fue otra: detrás de la escenografía, faltaba lo único que realmente vincula a un mercado sano —códigos compartidos, reglas claras y debate honesto.
La postal fue impecable. El guion, perfecto. Pero el guion no vende casas ni construye confianza.
Cuando hablé con algunos de los grandes referentes, la respuesta fue siempre la misma: esquivar. Ni un sí, ni un no. Sonrisas diplomáticas y cambios de tema. ¿Fue estrategia? ¿Miedo? ¿O simplemente ego?
Los más poderosos, que me conocen, actuaron como si no me hubieran visto. Yo tampoco forcé el saludo. El gesto lo dijo todo: mejor simular distancia que exponerse en un debate que incomoda.
La mayoría son gente correcta. Buenos tipos, incluso. Pero tibios. Prefieren quedarse lejos del conflicto, esperar a que el tiempo decida por ellos. Y en ese silencio se define el futuro: no por valentía, sino por omisión.
Un mercado sin coraje está condenado a repetir su propia historia.
La Expo estaba llena de mujeres hermosas, perfectas para la foto y el lobby. Pero no para casarse, no para formar familia. Esa imagen fue la metáfora más brutal del sector: mucha estética, poca sustancia. Belleza superficial sin compromiso real.
El negocio inmobiliario argentino se parece demasiado a esa postal: se luce en el espejo, pero esquiva la responsabilidad de construir algo duradero.
Pensé en volver al otro día. No volví. Todo era repetición, promesas recicladas, marketing en loop. Un eco vacío de discursos que ya no emocionan. Prefiero la gente de Olavarría: sin filtro, sin máscaras. Te dicen las cosas de frente. Con ellos, al menos, sabés dónde estás parado.
La desregulación no es el problema central. Lo que paraliza al sector es la falta de códigos, la falta de unidad, la falta de valentía. Y hasta que no se enfrente esa verdad, el mercado seguirá atrapado en su propia trampa: un teatro de lujo con un guion que ya nadie cree.
La Expo fue eso: una escena digna de 9 Reinas. Todos sonríen, todos hablan de grandeza, pero nadie muestra las cartas. Afuera, los flashes y el lobby ✨. Adentro, el mismo juego de siempre ♟️: un mercado que finge orden mientras estafa su propia credibilidad.