

Por: Redacción Sinaí Olavarría
Nos repiten que el mercado inmobiliario argentino es caótico por naturaleza, como si fuera un accidente histórico, fruto del desorden cultural. Mentira. El caos no es espontáneo, es funcional. Y siempre que hay caos, hay alguien que lucra de él.
Un sistema sin estadísticas claras es un banquete para los gobiernos. Prometen créditos que no llegan, reparten favores a desarrolladores amigos y utilizan la vivienda como herramienta electoral. La opacidad es el escenario perfecto para la manipulación política.
Cada obra se convierte en un reino privado. Sin reglas compartidas, inflan precios, ajustan márgenes en la sombra y especulan con la necesidad de la gente. El caos les garantiza libertad absoluta: construir sin transparencia es construir sin límites.
Las grandes redacciones cubren lanzamientos y conferencias con fotos de brindis y promesas vacías, pero jamás se preguntan por qué no hay datos confiables, por qué no existe cooperación, por qué la confianza está destruida. Su silencio, comprado o cobarde, es parte del negocio.
El caos inmobiliario no es una falla: es una estrategia de dominación. Sin trazabilidad, sin códigos compartidos, sin MLS, todo queda reducido a caprichos de élites que gobiernan sobre la ignorancia organizada. Es el mismo método con que los imperios mantenían a los pueblos divididos: confusión arriba, desesperación abajo.
Frente a esta prostitución del mercado, el MLS Sinaí no es un “sistema tecnológico”: es una revolución ética y social. Transparencia, reglas comunes, cooperación voluntaria. Es la restauración de la confianza perdida, la posibilidad de que el comprador, el vendedor y el agente trabajen sobre datos reales y no sobre espejismos manipulados.
El poder teme a la transparencia más que a la oposición. Por eso los políticos callan, los constructores evaden y los medios miran para otro lado.
La historia es clara: los privilegios que se alimentan del caos caen siempre bajo el peso de su propia mentira.
El futuro no será de quienes hoy gozan del desorden, sino de quienes tengan el coraje de ordenar con verdad, cooperar con códigos y reconstruir confianza.
El MLS Sinaí no pide permiso. Viene a poner fin a la orgía de privilegios.