

Por: ✍️ Observatorio del Mercado Inmobiliario de Olavarría
Las grandes ciudades nos muestran siempre antes lo que tarde o temprano llega al interior. En Buenos Aires, el mercado inmobiliario está marcado por la viveza, el ego y la desconfianza:
Empresarios que se abrazan en los eventos, pero se apuñalan después.
Constructores peleados, políticos traicionados, favores ocultos.
Información escondida como si fuera un botín de guerra.
Una ley silenciosa: gana el más inescrupuloso.
Ese orden degradado no es más que desorden disfrazado de modernidad. La desunión y el egoísmo destruyen la confianza, y sin confianza, no hay mercado que resista.
Olavarría no está condenada a repetir esa historia. Al contrario: ya dimos un paso adelante. Aquí no escondimos el conflicto, lo expusimos. Nombramos lo que otros callan: la hostilidad de algunos martilleros, la resistencia a compartir, la lógica mafiosa de quienes prefieren destruir antes que cooperar.
Ese choque duele, pero también purifica. Porque solo cuando se hace visible el desorden, se puede empezar a edificar un nuevo orden.
La pregunta es inevitable:
👉 ¿Queremos ser un reflejo degradado del cinismo porteño?
👉 ¿O vamos a demostrar que una ciudad puede organizarse con reglas claras, cooperación real y ética compartida?
La historia no espera. O reproducimos la decadencia, o creamos un modelo que eleve la confianza y sirva de ejemplo al país.
Olavarría tiene delante de sí un desafío histórico: elegir entre el espejismo del poder egoísta y la construcción de un mercado con códigos y transparencia.
Lo que sembremos ahora será la marca que nos distinga en el futuro: un mercado prostituido o una comunidad edificada en confianza.