

Por: Portal Sinaí
El periodismo local se presenta, muchas veces, como la voz de la gente. Sin embargo, lo que llega a los titulares suele ser un catálogo de problemas: robos, desempleo, conflictos, corrupción. Se describen los síntomas, pero rara vez se busca el remedio. La narrativa queda atrapada en el círculo de la queja, sin abrir espacio a propuestas transformadoras.
Ejemplo claro: iniciativas como el MLS Sinaí, un modelo transparente y beneficioso para propietarios, compradores y agentes, apenas encuentran lugar en la agenda mediática. Los medios que podrían amplificar un cambio estructural prefieren mirar hacia otro lado, ocupados en repetir lo que los políticos de turno les marcan como “noticia”.
El ciudadano común lo intuye: los periodistas no son libres, son rehenes de un sistema de financiamiento perverso. La pauta oficial y privada –que muchas veces no se rinde con claridad– se convierte en el grillete invisible. Los políticos eligen qué se publica y qué se calla, y a cambio los medios reciben oxígeno económico.
El resultado: titulares funcionales al poder, coberturas sesgadas y silencios selectivos. Cuando un escándalo incomoda a los amigos del periodista, se relativiza o se esconde. Cuando el adversario político comete un error, se magnifica. Así, la prensa deja de ser control ciudadano y se convierte en escudo del político.
En Olavarría, gran parte de la información que circula no proviene de investigación seria ni de periodistas en la calle, sino de papeles filtrados por los mismos políticos. Funcionarios y asesores marcan agenda, deciden qué se publica y en qué tono. Los medios, lejos de contrastar, reproducen la versión oficial.
Esto genera un efecto corrosivo: la opinión pública no se forma por la verdad, sino por relatos prefabricados. El ciudadano se vuelve rehén de versiones incompletas, y la sensación de que “todos son iguales” se multiplica.
La consecuencia más grave es que la ciudad no sale del mismo lugar. Los políticos se ríen en la cara de los ciudadanos porque saben que el periodismo local no los expone en serio. Y cuando surge algo nuevo –una idea disruptiva, un modelo alternativo, un movimiento que busca devolver poder a la gente– el silencio mediático es la primera barrera.
Olavarría queda entonces atrapada en un juego perverso:
Políticos que controlan la información.
Periodistas que dependen de esos políticos.
Ciudadanos que consumen noticias incompletas y pierden capacidad crítica.
La salida no vendrá de arriba. Si la prensa está cooptada, el ciudadano debe convertirse en su propio periodista: hablar con el vecino, compartir información independiente, exigir transparencia en los contratos de pauta y dar voz a proyectos como el MLS Sinaí que nacen desde la sociedad.
El periodismo de élite que Olavarría necesita no es el de los favores ni el de los sobres, sino el que ponga el foco en soluciones y abra la puerta a un nuevo sistema. El MLS Sinaí es un ejemplo concreto: unir a los vecinos, ordenar el mercado inmobiliario, garantizar transparencia y cortar con la corrupción institucionalizada.
Hoy la prensa tradicional es parte del problema. La pregunta es: ¿tendremos el coraje de construir un periodismo ciudadano, libre de la mordaza del dinero político? Porque solo entonces, Olavarría podrá dejar de ser rehén y empezar a escribir su propia historia.