

Por: Observatorio de Transformación Inmobiliaria y Justicia Territorial Sinaí
1. El costo invisible para el ciudadano
Hoy no existen estadísticas claras: nadie sabe cuánto tarda en venderse una propiedad en Olavarría.
No hay referencia transparente de costos de escritura: cada escribano da un valor distinto.
No existen índices públicos de ventas o alquileres: los precios se inflan y se manipulan según conveniencia.
No hay sistema para compartir propiedades entre colegas: cada operación es un laberinto de improvisación.
👉 ¿Qué significa esto para el vecino común? Que paga de más, que espera de más, que pierde oportunidades que en ciudades organizadas sí se concretan.
Mientras tanto, en vez de dar soluciones, los colegios y martilleros persiguen, amenazan y hostigan.
Envian cartas documento y cédulas a vecinos que solo quieren trabajar.
Se niegan a compartir información básica que sería de utilidad pública.
Se comportan como mafias: bloqueando el progreso para sostener privilegios personales.
Esto no es solo un abuso: es un crimen ético contra toda la ciudad.
Si hubiera transparencia y unión:
Olavarría tendría estadísticas abiertas que guíen al comprador y al vendedor.
Podría existir un portal único de propiedades, donde todos los vecinos encuentren oportunidades reales.
Se reducirían los costos ocultos y los tiempos muertos en cada operación.
Se multiplicarían las ventas, la construcción, el trabajo para albañiles, electricistas, gasistas y profesionales.
Los jóvenes podrían planificar su futuro con acceso a datos reales y precios justos.
👉 En resumen: más movimiento económico, más trabajo, más esperanza.
La pregunta es: ¿Vamos a seguir mirando para otro lado mientras unos pocos nos roban el futuro?
El cambio no se logra gritando ni esperando a que ellos cambien. Se logra uniéndonos entre vecinos:
Organizando comités de cuadra.
Compartiendo información.
Apoyando un sistema transparente como el MLS Sinaí.
Diciendo basta a las amenazas y al miedo.
La apatía es complicidad. La unión es la única salida.
Conclusión:
Olavarría no está condenada al atraso: está siendo retenida por cobardes que se disfrazan de representantes. Cada día que aceptamos este juego, perdemos futuro, trabajo y confianza.
El orden lo tenemos que construir nosotros. Porque si no lo hacemos, nadie lo hará.