

Por: Redacción Estratégica | Sinaí Olavarría
Hegel decía que cuando dos hombres se enfrentan, el que tiene miedo a morir se convierte en esclavo. Eso es exactamente lo que nos pasa en Olavarría.
Cada vez que un vecino sufre un robo y dice “mejor no denuncio porque no sirve para nada”, se pone la cadena del esclavo.
Cada vez que una familia ve cómo su barrio se queda sin luz por días y no reclama, acepta vivir en la oscuridad literal y simbólica.
Cada vez que nos resignamos a la falta de estadísticas reales y transparentes, dejamos que los medios y los políticos tapen la gravedad de la inseguridad y los homicidios y la economia estancada.
Cada vez que explota un caso de corrupción local, pero no pasa nada y todo queda igual, reforzamos el pacto de silencio que nos oprime.
Mientras tanto, hay una familia judicial y política que se autoprotege: ellos son los únicos con justicia rápida, dinero seguro, salud y educación de calidad.
Y arriba de todo, los oligarcas locales son los únicos que siguen acumulando propiedades, mientras la mayoría de los vecinos ni siquiera puede pagar un alquiler sin quedar ahogado.
👉 El miedo nos hace obedecer, la apatía nos hace cómplices, y la falta de información nos deja ciegos. Los supuestos “amos” se sostienen porque seguimos trabajando, pagando y callando.
La esclavitud moderna en Olavarría no está hecha de cadenas de hierro, sino de miedo, apatía, corrupción impune y un mercado inmobiliario diseñado para unos pocos.
La libertad no se pide: se construye organizándonos como vecinos, exigiendo estadísticas, denunciando con datos, creando comités de cuadra, defendiendo el derecho a tener una vivienda digna.
El día que dejemos de tener miedo, ese mismo día los “amos” se derrumban.