

Por: Observatorio Sinaí
Miren esta foto: el puente sobre el arroyo, un lugar que debería ser orgullo de la ciudad, refleja la decadencia que vivimos.
La espumita blanca en el agua no es inocente: es contaminación, es prueba de que ni lo más básico se cuida.
Todos lo sabemos. Y sin embargo, lo dejamos pasar.
👉 Nos hemos acostumbrado a que un puñado de criminales organizados maneje la ciudad a su antojo, robándonos impuestos y dejándonos migajas.
No hace falta que te pongan una pistola en la cabeza para estar oprimido.
Hoy el ciudadano común de Olavarría sufre una violencia silenciosa:
Caos: sin planificación, sin rumbo, todo roto.
Desinformación: nadie publica estadísticas reales de delitos, alquileres o viviendas.
Falta de justicia: causas de corrupción que no avanzan y familias enteras que protegen a los suyos en los tribunales.
Miedo y apatía: vecinos encerrados tras rejas, calles vacías al anochecer, barrios donde la inseguridad multiplica el abandono.
Eso es opresión. Nos están devorando sin que nos demos cuenta.
En Olavarría, la mayoría no tiene propiedades. Vive alquilando, con miedo a los aumentos, sin estabilidad.
Mientras tanto, unos pocos concentran la tierra, las casas y los campos. Siempre son los mismos apellidos, los que todos conocemos.
👉 Son los oligarcas terratenientes enquistados en el poder.
👉 No son políticos de paso, son los que los financian, los que se enriquecen de la desinformación.
👉 Se disfrazan de peronistas o mileístas, pero en realidad son lo mismo: socios en los negocios y verdugos del pueblo.
Las universidades, que deberían estudiar y publicar estadísticas serias, callan. Se alimentan de fondos públicos y producen solo lo que conviene a la élite local.
Los medios, pagados por los mismos, nos llenan de noticias inútiles mientras los casos de corrupción gigantes nunca llegan a nada.
👉 La información fragmentada alimenta el caos.
👉 El caos enriquece a los oligarcas.
En cada crisis, en cada estafa, siempre pasa lo mismo:
El ciudadano común se hunde.
Ellos prosperan.
Los oligarcas nunca pierden, porque tienen a toda la ciudad de rehén.
Y cuando aparece algo distinto, como Sinaí, hacen silencio, lo quieren borrar del mapa, fingen que no existe.
Esa resistencia pasiva los delata: si callan, es porque saben que el pueblo está despertando.
Si seguimos mirando para otro lado, el problema nos va a devorar.
Ya nos está devorando: en el agua contaminada, en la inseguridad creciente, en la desinformación que nos deja ciegos.
👉 El que protege a delincuentes, pasiva o activamente, es delincuente igual.
👉 No se trata de martilleros o profesionales aislados: hablamos de los verdaderos oligarcas, los que manejan el poder local y lo usan para robarnos en silencio.
Pero hay una salida.
La Palabra lo dice: “El Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu” (Romanos 14:17).
El Reino se manifiesta cuando hay justicia real. Y la justicia empieza con organización, con transparencia, con un pueblo que deja de ser esclavo de unos pocos y vuelve a creer en sí mismo.
El ciudadano olavarriense que quiere orden y reglas claras ya se está organizando. Ese movimiento ya empezó: Sinaí es del pueblo, no de las élites.
Nos une el amor, la verdad y el deseo de vivir con dignidad.
A ellos los une el dinero, el odio y el miedo.
👉 Y contra eso no tienen chance.
Olavarría tiene que despertar. Porque cuando el pueblo se organiza, los de arriba tiemblan.
Y esta vez, el pueblo ya empezó a moverse.