

Por: Redacción Estratégica | Sinaí Olavarría
No fue un académico de salón. Fue el Tigre de los Llanos (1789–1835), caudillo riojano con tres rasgos que el pueblo respetaba:
Palabra que vale. Si se prometía, se cumplía.
Justicia inmediata. Resolver rápido y cerca, sin privilegios.
Protección del vecino. El liderazgo era servicio y responsabilidad.
Ganó y perdió batallas, sí; pero lo siguieron porque ordenó, cuidó y dio la cara. Lo asesinaron en Barranca Yaco cuando iba de mediador: símbolo perfecto de una elite que prefería al interior desunido antes que organizado.
Décadas después, Sarmiento escribió Facundo: civilización y barbarie y fijó un molde: lo europeo/estadounidense = “civilizado”, lo criollo/popular = “barbarie”. De ahí nació una escuela que copia: buena para alfabetizar, floja para pensar, crear y organizar comunidad. Resultado: generaciones que repiten, se titulan… y dependen. Subdesarrollo elegante.
No es teoría: cuando el aula no conecta con la vida real del barrio, fabrica gente sola, obediente y desconectada.
Todo. Mirá alrededor:
Apatía y miedo: “no se puede”, “no cambia nada”.
Información opaca: datos, trámites, precios, decisiones… lejos del vecino.
Justicia lenta para muchos y rápida para pocos.
Jóvenes sin rumbo: escuela que no enseña oficio, ventas, tecnología útil ni cooperación real.
Desunión entre barrios, instituciones enfrentadas, vecinos compitiendo en vez de colaborar.
Es el mismo libreto viejo: desorden abajo + relato bonito arriba. Y cuando falta información, otros deciden por vos.
Códigos simples que ordenan: palabra, lealtad, mérito, respeto.
Justicia de cercanía: mediación barrial, reglas claras, tiempos cortos.
Defensa del interior: primero la agenda local (trabajo, seguridad, vivienda, servicios).
Autoridad con servicio: autoridad que protege al débil y exige al fuerte.
Información abierta del vecino para el vecino.
Precios de alquiler/venta, tiempos de cierre, reclamos de servicios, mapa de oficios. Publicado y actualizado por la comunidad. Sin datos, somos juguetes.
Mesas de Justicia Vecinal.
Mediadores respetados por barrio (rotativos), actas simples, plazos cortos, derivación formal cuando haga falta.
Aula útil.
Talleres quincenales (gratuitos o a costo simbólico): ventas, oficios, marketing digital, finanzas domésticas, albañilería básica, mantenimiento. Certificado local (valora el que hace).
Red de trabajo y trueque profesional.
Carpeta pública de oficios/empresas con reputación por hechos: quién cumplió, a qué precio, en cuánto tiempo.
Seguridad comunitaria legal.
Grupos por manzana conectados al 911/municipio; protocolos claros (quién llama, cómo registra, cómo se comparte evidencia).
Cuidado de familia y juventud.
Tutorías de estudio, deporte de barrio, clubes de lectura/música, acompañamiento para adicciones. La contención no se terceriza: la hace el vecino.
Si no se puede medir, no existe. Cada paso con indicador (n° de mediaciones resueltas, cursos dictados, trabajos cerrados, reclamos gestionados, jóvenes tutorizados).
Listado vivo de problemas por barrio (3 máximos) + responsables a cargo + fecha de revisión.
Calendario mensual de talleres y mediaciones.
Mapa de oficios con reputación comunitaria.
Informe simple de mercado local (alquiler/venta/tiempos) actualizado cada 30 días.
Nos formaron para obedecer y mirar afuera. Por eso la desunión rinde: cuando el pueblo está roto, manda cualquiera.
La lección de Quiroga no es volver al pasado: es volver a los códigos que hacen posible un futuro digno.
Olavarría despierta cuando el vecino cumple la palabra, la justicia baja a la vereda y la información se abre.
Ese día se termina la anestesia. Y empieza el orden.