

Por: Redacción Estratégica | Sinaí Olavarría
🌱 Volver a pertenecer
Durante décadas, se construyeron ciudades pensadas solo para producir y consumir. Fábricas, autos, oficinas, shoppings… todo separado, todo desconectado.
Hoy el mundo empieza a entender algo que los pueblos sabios siempre supieron: una ciudad sana no se mide por la cantidad de cemento, sino por la cantidad de comunidad.
Estamos entrando en la era del pertenecer. No importa solo qué trabajo hacés, sino de qué comunidad formás parte. No se trata de “extraer” riqueza, sino de regenerarla y compartirla.
La arquitecta mostró mapas donde se ve que cuantos más lugares hay para encontrarse, más bienestar hay en la gente: mercados, plazas, cafés, ferias, clubes, iglesias, cooperativas.
Cuando el vecino tiene dónde cruzarse con otro, cuando la charla vuelve a tener espacio, la ciudad florece.
Por eso su lema es simple y poderoso:
“Podés construir comunidad construyendo edificios, si esos edificios están pensados para unir.”
Su proyecto Colette’s Corner es un ejemplo concreto: un edificio que pertenece a la gente del lugar, financiado con aportes chicos, donde cada uno puede ser dueño de una parte real del futuro de su ciudad.
No hay fondos de inversión extranjeros ni corporaciones anónimas. Hay vecinos que apuestan juntos a crear un espacio con viviendas, talleres, un centro de bienestar y un café.
El resultado es mucho más que un negocio: es una economía con rostro humano, donde el dinero vuelve al barrio y la esperanza también.
Ella los llama “tejedores de comunidad”. Son personas que no levantan paredes, sino puentes. Que no especulan, sino que organizan.
El futuro no lo van a hacer los que acumulan, sino los que saben unir, escuchar y cuidar.
Esa es la nueva profesión que el mundo necesita: la del que construye confianza, pertenencia y propósito común.
“Ocho personas poseen la mitad de la riqueza del planeta”, recordó.
Pero también recordó algo más grande: si nosotros diseñamos este sistema, nosotros podemos rediseñarlo.
Y eso empieza desde abajo, desde cada barrio, cada cooperativa, cada grupo de vecinos que decide construir algo juntos.
Lo que pasó en Nueva Zelanda también puede pasar en Olavarría.
Cuando un grupo de personas decide compartir información, unir esfuerzos y trabajar con transparencia, el resultado es el mismo: orden, progreso y esperanza.
Ese es el espíritu que impulsa el nuevo modelo inmobiliario colaborativo que crece en nuestra ciudad: un sistema donde cada propiedad, cada venta y cada proyecto tiene trazabilidad, ética y propósito.
Porque el verdadero desarrollo no se impone: se construye entre todos.
“El futuro no se construye con cemento. Se construye con propósito.”
Volver a mirarnos, volver a confiar, volver a trabajar como pueblo.
Esa es la verdadera obra. Esa es la arquitectura que cambia la historia.