Por: 🧠Diego A. Ibarlucía
⚡ El alma también tiene circuitos
Tu fe puede ser sincera, pero si tu cerebro está agotado o dopaminérgicamente desregulado, vas a perder la batalla interna antes de empezar.
La dopamina —esa molécula del deseo y la motivación— es la que mueve tu cuerpo a actuar.
Cuando se gasta en placer inmediato (redes, comida, pornografía, enojo o queja), el sistema se desensibiliza y cada vez necesitás más estímulo para sentir lo mismo.
Pero cuando se enfoca en propósitos, oración, ejercicio y trabajo con sentido, se recicla en energía espiritual estable.
El neurocientífico Andrew Huberman lo explica: cada vez que posponés un placer y elegís el deber, tu cerebro fortalece el circuito de dominio propio.
Y Viktor Frankl lo confirmaba desde el alma:
“El hombre que tiene un porqué puede soportar cualquier cómo.”
Esa es la fórmula: dopamina + propósito = libertad interior.
Sin propósito, el cerebro busca alivio. Con propósito, busca victoria.
La oración profunda, el ayuno y la disciplina personal reordenan la química cerebral.
El silencio no es vacío: es reajuste neurológico.
El ayuno no es castigo: es reseteo dopaminérgico.
Y la oración constante genera coherencia entre el cortex prefrontal (razón) y el sistema límbico (emoción).
Cuando ambos se alinean, nace la verdadera templanza, esa fuerza que te permite ser justo aun cuando nadie te mira.
Una ciudad donde los hombres viven agotados, ansiosos o desbordados por estímulos no puede tener instituciones sanas.
El que no gobierna su mente no puede gobernar su casa; y el que no gobierna su casa, no puede construir una sociedad ordenada.
El verdadero gobierno empieza en el sistema nervioso.
Olavarría necesita neurovalientes: hombres y mujeres que aprendan a dominar su atención, su deseo y su palabra.
Cristo no vino a darte “motivación”: vino a resetear la mente.
“Transformaos por la renovación de vuestro entendimiento.” (Romanos 12:2)
El Espíritu Santo no anula tu cerebro: lo reorganiza.
El Reino de Dios es una ingeniería espiritual que une lo divino y lo biológico en una misma arquitectura: la del orden, la templanza y la acción guiada por propósito.
No hay revolución sin regeneración.
No hay MLS, ni ciudad, ni movimiento, sin hombres y mujeres con cerebros limpios y corazones firmes.
Cada vez que domás un impulso, construís un ladrillo invisible del Reino.
Cada vez que elegís propósito sobre placer, Dios avanza en vos.
Y cuando muchos hagan eso a la vez… Olavarría despertará.