Por: Observatorio de Transformación Inmobiliaria y Justicia Territorial Sinaí
En el podcast Algoritmo Inmobiliario, conducido por Joana, Diego Ibarlucía llevó el debate mucho más allá del mercado de compra–venta: puso en cuestión la estructura de poder inmobiliaria, la falta de datos, la decadencia urbana de Olavarría y el rol de los vecinos frente a una ciudad que lleva décadas sin crecer.
No fue una entrevista técnica.
Fue un diagnóstico crudo de sistema y, al mismo tiempo, una invitación a construir algo nuevo: Sinaí como proyecto de unidad ciudadana que agrada a Dios.
Cuando Joana le pidió que definiera Sinaí “con sus propias palabras”, Diego no habló de una simple plataforma ni de una franquicia:
“Sinaí es servicio de inteligencia o información nacional de agentes inmobiliarios… un código de ética y procedimiento claro, simple, estandarizado a nivel internacional para multiplicar ventas. Es el futuro.”
En lugar de vender un “sistema”, Ibarlucía describió una cultura:
Colaboración entre vendedores.
Información para ciudadanos y constructores.
Estadísticas de mercado como base de decisiones.
Reglas simples y compartidas.
El mensaje es claro:
📊 Sin datos no hay mercado civilizado.
📉 Sin cooperación, solo hay fragmentación y abuso.
Uno de los conceptos más fuertes de la entrevista fue la idea de Olavarría como laboratorio:
“Olabarría es una ciudad chica, es laboratorio. En Buenos Aires no lo podés hacer así. Acá todavía se puede sentar a la gente en una mesa.”
El planteo de fondo es estratégico:
En una ciudad pequeña, aún es posible sentar a constructores, vecinos y agentes en la misma mesa.
Si se logra un modelo de datos compartidos, índices reales de venta y reglas claras en Olavarría, ese modelo puede escalar a otras ciudades.
La crítica es directa: hoy un constructor quiere invertir y no tiene datos fiables. Va “a ojo”, se choca con burocracia municipal y con un mercado sin referencias de precios. Eso no es libertad de mercado: es oscuridad funcional a unos pocos.
Diego no se quedó en lo abstracto. Puso nombre al problema estructural:
Un colegio profesional que funciona como barrera de entrada.
Una matrícula que se vuelve un peaje obligatorio, sin contraprestación real.
Un sistema que limita el ingreso de nuevos vendedores y bloquea la cooperación.
Explicó que:
Reunió a más de 12 inmobiliarias y martilleros en torno a la idea de colaboración.
Al principio, todos estaban entusiasmados.
Pero cuando la propuesta empezó a consolidarse, llegaron el hostigamiento, las amenazas y las operaciones en grupos cerrados.
Llegó incluso a relatar que, según le informó un periodista, se reunieron 70 martilleros para “ver qué iban a hacer con él”.
La frase que queda flotando es incómoda:
“No estamos hablando de instituciones abstractas: son vecinos de carne y hueso que se enquistaron en el poder.”
La lectura es simple y brutal:
⚠️ Hay una casta inmobiliaria local que vive de la oscuridad y del desorden.
En la entrevista también se tocó un tema delicado: el rol del periodismo local.
Diego reconoció que hay periodistas valientes que abren micrófonos y preguntan de verdad. Pero también marcó algo que en Olavarría muchos sienten y pocos dicen:
El silencio prolongado de parte de la prensa frente a un problema estructural no es neutralidad: termina siendo complicidad con el caos.
Sinaí, en ese sentido, no busca solo ordenar el mercado inmobiliario:
busca separar a quienes quieren vivir de la oscuridad y a quienes están dispuestos a rendir cuentas ante los vecinos.
Uno de los ejes técnicos más fuertes de la entrevista fue la ausencia total de índices de venta confiables en Olavarría:
Propiedades sobrevaluadas un 30 o 40%.
Tasaciones hechas “a ojo”, según conveniencia.
Información fragmentada en manos de unos pocos.
Diego lo resumió así:
“Hoy las propiedades no se venden porque no existen índices de venta. Sin información no podés tasar. Unos poquitos tienen esos datos; los demás se mueren de hambre.”
En ese contexto, Sinaí no es solo un modelo comercial.
Es una propuesta de justicia básica para el vecino común:
Que el valor de su casa no dependa del capricho de un intermediario.
Que vendedor y comprador tengan acceso a los mismos datos.
Que el precio refleje la realidad, no la especulación de unos pocos.
Otro punto clave fue la autocrítica y la honestidad:
“Lo que me falta a mí es generar una estructura de organización. La gente no sabe qué hacer, y yo tampoco lo sabía. Por eso estamos haciendo la asociación.”
Acá Diego marca el quiebre:
Quejarse es ser parte del problema.
Compartir posteos no alcanza.
Es necesario construir estructura, estatutos, procesos, reuniones, roles.
La Asociación Sinaí se presenta como:
Un espacio de unidad ciudadana,
Que no depende de partidos políticos,
Donde vecinos, constructores y agentes pueden organizarse para defenderse del desorden y de la decadencia.
Olabarría, dice Diego, lleva tres décadas sin crecer, mientras ciudades como Tandil explotan en actividad, turismo e inversión.
La diferencia no es geográfica: es institucional y cultural.
Hacia el final, la entrevista elevó todavía más el nivel simbólico.
Joana le preguntó por el nombre “Sinaí”, y ahí apareció el eje espiritual del proyecto:
“El Monte Sinaí fue donde Dios le dio a Moisés los mandamientos. El pueblo estaba esclavizado, liberado pero sin orden. Precisaban reglas de convivencia escritas. Sinaí hoy es eso: reglas claras, pocas, transparentes, que nos ayuden a volver a confiar, a hablar, a construir algo juntos.”
La conexión es directa:
Pueblo esclavo ayer → vecinos atrapados hoy en un sistema oscuro, sin reglas claras.
Mandamientos ayer → código de ética y procedimientos hoy.
Desierto ayer → decadencia urbana, apatía y miedo hoy.
Sinaí se presenta así como un pacto de convivencia, no como una marca más del mercado.
Cuando Joana le pidió que resumiera por qué los vecinos deberían escuchar y darle lugar a Sinaí, Diego lo dijo sin rodeos:
“Este es un proyecto de unidad ciudadana que agrada a Dios. No es obligación. El que quiera seguir dependiendo de políticos desconectados, que siga. El que quiera volver a la unidad, a la familia, a los valores reales y a hablar con el vecino, tiene una opción.”
La entrevista cerró con una idea central:
Quejarse es seguir alimentando el problema.
La apatía y el miedo son el combustible del desorden.
Sinaí no es una imposición: es una invitación a organizarse, cooperar y recuperar la ciudad desde abajo.
Con esta conversación en Algoritmo Inmobiliario, quedó expuesto:
Que el mercado inmobiliario de Olavarría no está “mal” por casualidad,
Que hay estructuras que viven de la oscuridad,
Que existe un modelo alternativo basado en datos, colaboración y códigos claros,
Y que ya empezó a ordenarse desde Sinaí.
El resto es decisión de los vecinos:
seguir en la queja, o asumir el costo de organizarse.