Por: Observatorio de Transformación Inmobiliaria y Justicia Territorial Sinaí
🔥 El país cambió: el mercado inmobiliario todavía no
La conversación de esta semana en Canal Uno tuvo un tono distinto. Más maduro. Más estructural. Más inevitable.
Diego Ibarlucía no habló solo de captaciones ni de ventas. Habló de arquitectura institucional, de normas obsoletas, de cooperación obligada por la realidad, y de un país que ya no tolera el caos que durante décadas se consideró “normal”.
“Estamos en un país nuevo y no podemos seguir funcionando con leyes viejas”, lanzó de entrada, marcando la línea conceptual del diálogo.
Ese marco —simple pero demoledor— fue el hilo conductor de toda la entrevista.
Ibarlucía puso el dedo en la llaga que nadie toca:
Argentina no tiene estadísticas inmobiliarias confiables.
No sabemos cuántas propiedades se venden, cuántas están en venta ni cuáles son los tiempos reales de colocación.
Lo dijo sin rodeos:
“No sabemos nada. Y eso no es normal. Nunca vivimos en un mercado organizado.”
Esta descripción cruda no fue un ataque; fue un diagnóstico clínico.
Y es un diagnóstico que atraviesa Olavarría, Buenos Aires, Córdoba y cada ciudad del país.
En la entrevista, Ibarlucía relató su conversación reciente con colegas de Lomas de Zamora y Córdoba: clausuras forzadas, castigos locales para franquicias, contradicciones legales y una maraña normativa que solo sirve para retrasar el desarrollo.
El mensaje fue directo:
“Hay leyes que solo protegen a un pequeño grupo de martilleros y perjudican al ciudadano.”
No hubo agresión.
Hubo una constatación histórica:
la regulación argentina del corretaje no ordenó nada; solo creó un caos más sofisticado.
En un momento clave, Ibarlucía confesó:
“Yo les insistí para que dejemos de hablar de esas leyes del pasado y pensemos cómo queremos el futuro paradisíaco del servicio inmobiliario.”
Ese “futuro paradisíaco” no es una frase ingenua.
Es una imagen poderosa:
un mercado donde la información fluye, los precios se ajustan, los agentes cooperan y el ciudadano accede por fin a un proceso transparente.
En otras palabras:
lo que en el mundo civilizado ya existe, pero en Argentina todavía no.
Ibarlucía volvió al punto que viene remarcando desde hace meses:
en Estados Unidos nadie está obligado a pagar una matrícula estatal.
No existe el monopolio del título.
Lo que existe es una asociación profesional voluntaria, donde los agentes ingresan porque cooperar conviene.
Diferencia fundamental:
Argentina: regulación sin orden.
Países desarrollados: cooperación con reglas claras.
Y lo dijo sin vueltas:
“Lo que nosotros estamos proponiendo es orden, cooperación, trazabilidad y reglas claras.”
Ese es el corazón del modelo MLS Sinaí.
A lo largo de la entrevista, Ibarlucía repitió un concepto que hoy empieza a convertirse en marca registrada:
“La cooperación es la base fundamental de la civilización.”
No se trata de un eslogan.
Se trata de la verdad histórica detrás de todos los mercados eficientes del planeta:
sin cooperación no hay información, sin información no hay precios, sin precios no hay desarrollo.
El sector inmobiliario argentino no es la excepción:
es la prueba más evidente del problema.
El cierre fue completamente comercial, pero sin perder el tono institucional:
“Los que quieran vender, que me llamen. Captamos y vendemos en tres meses con exclusividad. Nos comprometemos de verdad.”
La línea es clara:
MLS Sinaí no es teoría
vende
acompaña
ordena
y funciona incluso en una economía difícil
La charla de hoy no fue una repetición más.
Fue un paso adelante en la batalla cultural del mercado inmobiliario argentino.
Ibarlucía dejó un mensaje preciso:
Si Olavarría quiere ser una ciudad desarrollada, necesita orden, cooperación y datos reales.
Las viejas leyes no lo van a dar.
Las nuevas instituciones —voluntarias, modernas y basadas en la confianza— sí.
La pregunta ya no es “si” el MLS llegará.
La pregunta es quién estará preparado cuando el nuevo orden se vuelva inevitable.