Por: Redacción Estratégica | Sinaí Olavarría
De la vergüenza a la cámara encendida
Tiki Pérez no nació frente a una cámara. Lo dice sin pose: al principio le daba vergüenza grabarse, hacer historias, exponerse.
Pero entendió algo simple y brutal: hoy la mayor parte de las conversaciones con los clientes son virtuales.
“Me di cuenta de que hablo con mucha más gente de manera virtual que presencial. ¿Qué cambia si esta charla después va a un portal o a veinte? Es lo mismo: estoy hablando con personas”.
Sin pagar casi publicidad, construyó una comunidad que la escucha, la consulta y la busca. Su celular es extensión de su cuerpo. Responde un domingo a las 9:30 de la mañana si está despierta. No porque “romantice” el trabajo, sino porque tiene claro el contrato moral:
“Al dueño le debo responder cada consulta. Esa persona está confiando en que yo voy a resolver su problema. Y a la persona que pregunta también le debo respuesta. Tenemos algo que le interesa, ¿cómo no le vamos a contestar?”
Tiki no idealiza: sabe que este ritmo roza lo insano y está buscando equilibrio. Pero deja claro el estándar: el servicio inmobiliario no es de 9 a 17. Es un estilo de vida.
En la conversación con Diego, aparece un eje clave: ¿a quién servimos cuando hacemos intermediación inmobiliaria?
Diego lo pone así:
“Servimos a nosotros mismos, al cliente y al colega. Somos tres. Nuestro propósito es el servicio, no la plata”.
Tiki coincide, pero baja la idea al barro diario:
El cliente quiere representación real y toda la información.
Esa información solo existe si cooperamos entre colegas.
Sin red, sin intercambio y sin confianza, el servicio es lento, pobre y caro.
Por eso tiene la costumbre de reunirse semanalmente con uno o dos colegas de otras inmobiliarias: repasan propiedades urgentes, cruzan búsquedas, se pasan contactos y se cubren cuando uno no puede ir a mostrar.
No idealiza al medio: sabe que también hay engaños, maniobras por atrás, intentos de “robarse” clientes o comisiones. Pero su respuesta no es encerrarse: es comunicación y límites claros.
Acá Tiki pisa fuerte. Ella no soporta el teatro de sonrisas falsas y puñaladas por la espalda tan típico del ecosistema inmobiliario argentino.
“Yo prefiero mil veces una conversación incómoda que años de mensajes subliminales. Si algo no me gusta, se me nota en la cara. Aprendí a decirlo: ‘Che, esto que estás haciendo no me gusta. ¿Cómo lo resolvemos?’”.
La tesis es directa:
Sin conversaciones incómodas no hay corrección de rumbo.
Sin decirnos las cosas en la cara, el mercado se llena de resentimiento, chisme y desconfianza.
El principal problema del país no es solo económico: es que no nos comunicamos con verdad y respeto.
Para Tiki, el combo sano es simple y exigente:
transparencia + humildad + amor + respeto.
Con eso sobre la mesa se pueden arreglar errores, malos entendidos y hasta traiciones puntuales.
Sin eso, solo queda guerra silenciosa y desconfianza crónica.
En Capital y AMBA, cuenta Tiki, hace rato que se habla de armar una “black list” de colegas que no respetan lo acordado: los que prometen 2% de comisión compartida y después ofrecen 0,5%; los que venden por atrás cuando el otro trajo al cliente; los que dicen “comparto” y después desaparecen.
Diego se planta con otra idea: dejar de obsesionarse con la lista negra y construir una lista blanca.
Una lista de quienes comparten de verdad.
Que respetan acuerdos de comisión.
Que sostienen códigos de ética claros.
Que están dispuestos a cooperar y a resolver conflictos cuando algo sale mal.
Tiki se queda con ese concepto:
“Me encantó lo de la lista blanca. Elevar lo bueno en vez de vivir señalando lo malo. Poner luz sobre los que comparten, se forman, hablan y dan la cara”.
En un contexto sin justicia efectiva, sin sistema de arbitraje profesional y con mucha gente acostumbrada a la “viveza”, la propuesta es fuerte:
marcar el estándar desde adentro y premiar públicamente a quien lo cumple.
La charla entra en terreno estratégico: el MLS.
Tiki conoce de cerca la MLS CABA, donde participan inmobiliarias (no franquicias) que comparten el 50% de las comisiones a través de una bolsa común y se forman con oradores de alto nivel. Le encanta el enfoque: cooperación, capacitación, oradores que comparten experiencia y un mínimo de reglas claras.
Pero hoy, las grandes franquicias (Century, RE/MAX, etc.) van por carriles separados, con sus propios sistemas internos de compartición. No hay un único mapa de datos y reglas; hay islas.
Diego lo dice sin rodeos:
En EE.UU., el MLS integra a todos: franquicias, brokers, agentes.
En Argentina, cada uno arma su mini-MLS privado y cuida su quintita.
Sin un sistema que unifique datos, estadísticas, tiempos de venta y comisiones, el mercado sigue fragmentado, lento y opaco.
La propuesta que surge al final es concreta:
Reuniones semanales abiertas sobre MLS.
Invitar a agentes, martilleros, franquicias y redes de todo el país.
Trabajar sobre un código de ética y procedimientos, sin depender del Estado ni de colegios feudales.
Dejar el proyecto listo, disponible para quien quiera sumarse, sin imposición.
Tiki se compromete a colaborar, convocar colegas de CABA y sumar su experiencia de calle, de red y de franquicia.
En el tramo final, la conversación se pone ética y espiritual.
Tiki se define católica y cree profundamente en el karma:
“Cosecharás tu siembra. Lo bueno o lo malo te vuelve, siempre. Lo vi demasiadas veces en 35 años como para dudarlo”.
Por eso su mensaje no es solo técnico: es moral.
Hacer daño consciente a un colega o a un cliente te vuelve.
Normalizar la trampa, la deslealtad y el silencio cómplice enferma a la profesión.
Ser “tibio” y quedarse mirando cómo destruyen el servicio también es una toma de posición… y también se paga.
Diego coincide y va más lejos:
el problema no es solo el que actúa mal; es la masa de tibios que calla y mira para otro lado.
La salida, para ambos, es clara:
Hablar.
Tomar partido.
Unirse a causas justas.
Construir comunidad con amor y coraje.
“Nos une el amor. Cooperar sin amor es lo que hacen los yanquis, por eso les va bien. Pero si sumamos cooperación + amor, podemos ser mejores que ellos”, dispara Diego.
Tiki lo resume en una frase que podría ser cierre de manifiesto:
“Con amor y respeto, todo es perfecto. Podemos pensar distinto, pero si el motor es el amor, el resto se ordena”.
La nota termina como terminó la charla: con un compromiso mutuo.
Tiki se suma a las futuras reuniones sobre MLS y cooperación.
Diego se compromete a seguir empujando el orden, las reglas claras y la lista blanca de profesionales con código.
Ambos coinciden en que ya está pasando: no son los únicos, ya son muchos los que quieren lo mismo, solo falta ordenarse y hablar más.
En un país donde el mercado inmobiliario está lleno de ruido, fragmentación y desconfianza, esta entrevista deja una idea incómoda y luminosa:
El futuro del servicio inmobiliario argentino no es individual ni corporativo:
es colectivo, con reglas claras, conversaciones incómodas y amor como motor central.