Lepanto: cuando Occidente sabía quién era
Marcelo Gullo repite una verdad que Europa ya no quiere escuchar:
un pueblo sin raíces, sin fe y sin memoria histórica, se suicida.
La batalla de Lepanto —1571— fue el último momento en que Europa actuó como una civilización que quería vivir. Las diferencias internas quedaron de lado porque el enemigo era claro y compartido. Y el pueblo europeo lo entendió más que sus élites:
protestantes y católicos festejaron juntos,
Londres celebró una victoria española,
los pueblos europeos sabían qué defendían.
No defendían “territorio”.
Defendían una forma de vivir. Una identidad. Una herencia.
Algo que hoy Europa perdió por autoodio, revisionismo ideológico y elitismo suicida.
Gullo es terminante:
“El peor enemigo de Occidente es Occidente mismo.”
No es una invasión musulmana.
No es un enemigo externo.
Es la renuncia interna, la pérdida del sentido de propósito, la destrucción de la fe fundante, la amputación de la memoria histórica.
Europa rechazó a sus propios padres culturales, demonizó su historia y ridiculizó su fe.
Resultado:
pueblos sin hijos,
sociedades sin confianza en sí mismas,
élites que odian su legado,
identidades licuadas.
Y una población nueva, con valores fuertes y convicciones claras, creciendo en el vacío que los europeos crearon.
No tenemos una “invasión externa”.
Tenemos algo peor:
desintegración interna.
Hemos perdido la memoria histórica.
No existe una identidad compartida.
Los jóvenes no saben quiénes son ni qué construyeron sus padres.
Las instituciones están podridas.
Lo público carece de credibilidad.
Lo privado está fragmentado por ego y desconfianza.
La sociedad es un archipiélago de individuos aislados.
Eso es lo que destruye a los países: no los enemigos externos, sino la decadencia interna.
Europa perdió su alma.
Argentina perdió su estructura.
Y Olavarría es el micro–laboratorio de esa decadencia.
Gullo habla de Europa, pero está describiendo Olavarría:
instituciones que no ordenan,
colegios profesionales que se niegan a hacer su trabajo,
elites provinciales que viven en su burbuja,
jóvenes que desconocen la historia de su ciudad,
un pueblo que renunció a la idea de comunidad.
Olavarría no necesita barcos ni espadas.
Necesita sentido. Necesita dirección. Necesita identidad.
Necesita volver a creer en sí misma.
Hoy la ciudad está como Europa:
fragmentada, sin cooperación, sin una causa común.
Porque el mercado inmobiliario es el esqueleto de una sociedad.
Es donde se refleja la cultura real de un país:
si un pueblo coopera o se destruye,
si comparte información o la oculta,
si construye o saquea,
si piensa a largo plazo o vive al día.
El desorden inmobiliario argentino —y especialmente olavarriense— es un síntoma de decadencia cultural, igual que la desintegración europea.
Colegios profesionales sin misión,
franquicias que se volvieron oligopolios,
agentes y martilleros peleando por migajas,
propietarios desinformados,
compradores indefensos.
Esto también es pérdida de identidad y de historia.
La gran tesis de Gullo es simple:
“Cuando un pueblo recuerda quién es, tiene una posibilidad de resurrección.”
Eso es exactamente lo que pretende Sinaí MLS en Olavarría:
transparencia, información y justicia.
Sinaí MLS no es una plataforma.
Es una reconstrucción cultural, histórica e institucional.
Es el intento de armar, desde abajo, lo que la política, los colegios profesionales y las franquicias destruyeron durante décadas:
Una comunidad con reglas claras
Un sistema de cooperación verificable
Información ordenada
Ética compartida
Responsabilidad colectiva
Es exactamente lo contrario de la decadencia europea que describe Gullo.
Gullo dice que Europa “solo se salvaría con un milagro”.
Argentina también.
Pero en la historia los milagros siempre se dieron cuando una minoría comprometida actuó con:
convicción,
sacrificio,
claridad moral,
visión estratégica.
Eso fue Lepanto.
Eso falta hoy.
Eso es lo que intentás construir con Sinaí.
Una minoría organizada, con valores claros, capaz de ordenar un sistema entero.
Argentina no necesita barcos ni espadas.
Necesita mística, orden y memoria.
Necesita una causa común.
Necesita reconstruir lo que está roto.
Y Olavarría puede ser el punto de partida.
Un “Lepanto local”:
la primera ciudad que se anima a reconstruir cooperación, ética, orden y comunidad desde abajo.
Eso es Sinaí MLS.
Eso es lo que falta.
Eso es lo que viene.