Por: Instituto Sinaí de Orden y Desarrollo
La grieta real no es política: es civilizatoria
En la entrevista, Gullo arranca con un hecho concreto:
intentaron boicotear su conferencia sobre Lepanto en Barcelona.
No por discrepancia académica.
No por debate público.
Sino porque una generación entera fue educada para odiar sus raíces.
Ese es su concepto central:
Un virus cultural que desarma naciones enteras desde adentro.
Y Gullo lo dice sin matices:
“El principal problema de Occidente no es el islam político. El principal problema de Occidente es Occidente mismo.”
¿Te suena exagerado?
Mirá Olavarría.
Cada vez nace menos gente.
Las familias están fragmentadas.
La ciudad no tiene proyecto común.
La memoria histórica se diluye.
Las instituciones están vacías.
La juventud vive sin horizonte trascendente.
Y mientras tanto, todos discuten por la política del día como si eso explicara algo.
Gullo señala el verdadero punto:
cuando una civilización pierde su fe fundante, los cimientos se rompen aunque las paredes sigan pintadas.
Eso es Olavarría hoy:
pared pintada, cimiento fracturado.
El cristianismo —te guste o no, dice Gullo— es la fe fundante de Occidente, y al abandonarla se desencadena un proceso mecánico:
Muere la idea de trascendencia.
La gente deja de formar familias fuertes.
Baja la natalidad.
La sociedad se envejece.
Se genera una “pirámide funeraria”.
La cultura pierde vigor, voluntad, propósito.
Y entonces aparece el reemplazo:
otros grupos, más jóvenes y más cohesionados, ocupan los espacios que la sociedad cansada deja vacíos.
No porque sean malos.
Porque la vida no tolera el vacío.
Esto no es racismo.
Es demografía pura.
Es sociología básica.
Es historia repetida.
¿Querés verlo en Olavarría?
Lo ves todos los días:
Adultos cansados, sin proyecto.
Jóvenes sin fe, sin disciplina, sin deseo de construir.
Familias rotas.
Una ciudad envejecida y sin nuevos liderazgos reales.
Barrios donde el abandono ganó la batalla.
Una economía que no genera oportunidades.
Olavarría hoy es la ilustración perfecta del concepto de Gullo:
una civilización local que perdió sus cimientos y ahora flota sin dirección.
En España, dice Gullo, el virus es la endofobia:
odiamos lo que somos, rechazamos nuestra historia, creemos el relato de nuestros enemigos.
En Argentina el virus es otro, pero igual de letal:
Una mezcla de cinismo, descreimiento y auto-desprecio que te convence de que nada vale la pena, que nadie es confiable y que todo está perdido.
Es el pensamiento que sostiene al desorden.
Es el pensamiento que destruye ciudades.
Es la razón por la cual Olavarría no despega aunque tenga todo para crecer.
En la parte final de la entrevista, Gullo dice algo monumental:
“No podremos ser nada hasta que entendamos que somos un solo pueblo en esencia.”
Lo dice para españoles e hispanoamericanos.
Pero aplica perfecto al nivel local:
Olavarría tampoco puede ser nada mientras cada sector piense solo en su quintita:
políticos contra ciudadanos,
inmobiliarias contra inmobiliarias,
gremios contra emprendedores,
vecinos desconfiando de vecinos,
profesionales sin cooperación ni ética común,
barrios aislados entre sí,
proyectos que mueren por falta de unidad.
La lógica que destruyó a España es la misma lógica que destruye a Olavarría:
la idea falsa de que el otro es enemigo y no parte del mismo cuerpo social.
Este es el punto clave:
Sinaí no es un proyecto inmobiliario. Es un proyecto civilizatorio.
Es exactamente lo que Gullo describe como antídoto:
reconstruir confianza,
reconstruir cooperación,
reconstruir sentido,
reconstruir comunidad,
reconstruir ética,
reconstruir trascendencia,
reconstruir una narrativa compartida.
El MLS Sinaí es un laboratorio de orden en una ciudad que perdió los cimientos.
Es la contra-endofobia:
volver a creer que Olavarría puede ser mejor si se organiza, si recupera su fe en la verdad y si decide dejar de pelear por migajas.
No se trata de nostalgia.
Se trata de proyecto.
Olavarría no está quebrada por falta de recursos.
Está quebrada por falta de fe fundante, de unidad, de trascendencia, de amor por la verdad, de cooperación, de sacrificio y de coraje moral.
La entrevista de Gullo no es una reflexión sobre Europa.
Es un espejo.
Y en ese espejo se ve una ciudad que todavía puede renacer…
si reconoce que abandonó sus cimientos y decide reconstruirlos.
El viento de la historia no cambia solo.
Alguien tiene que cambiarlo.
Y ese alguien —esta vez— puede ser Olavarría.