Por: Observatorio Sinaí de Política y Mercado Inmobiliario
1. Lo que el programa describe… y lo que de verdad significa
El video que comentás parte de un dato histórico real:
Por primera vez desde 1989, una fuerza no peronista obtiene la primera minoría en Diputados.
Ese número –95 bancas– se consigue con cirujía política: pases, negociaciones silenciosas, gobernadores que “ayudan” y un diputado (Morquio) que admite sin maquillaje que se cambió de bloque para impedir que el kirchnerismo se quedara con la primera minoría.
Los periodistas lo venden como un triunfo político quirúrgico:
“Muñeca de orfebre”.
“Desarrollo político, no inflación política”.
“La mesa del poder”: Milei, Karina, Martín Menem, Lule Menem, Santiago Caputo, Santilli, Bullrich, Adorni.
Traducción al llano:
Un peronismo/kirchnerismo agotado abre espacio a una nueva cúpula que concentra poder real.
No es el fin del personalismo, es el reemplazo de un personalismo por otro.
El diputado entrevistado define al kirchnerismo como una “máquina de impedir”:
Impedir que la gente de trabajo se desarrolle.
Impedir una educación seria.
Convertir al campo en enemigo.
Bloquear capital y crédito.
Tiene razón en una parte: el kirchnerismo sí construyó un modelo de bloqueo:
Bloqueó crédito hipotecario masivo real.
Bloqueó reglas claras y previsibles.
Bloqueó cualquier reforma que atacara privilegios del propio círculo.
Pero la parte que nadie dice en el programa es esto:
Esa “máquina de impedir” no la inventó solo el kirchnerismo.
Se montó sobre un Estado y una cultura política donde todos –de un lado y del otro– aprendieron a vivir de la opacidad, los privilegios, las cajas y la falta de datos.
El problema no es solo un apellido (Kirchner).
El problema es un sistema completo que vive de que nada funcione del todo, así siempre hay algo para repartir, negociar o extorsionar.
El programa entra en un terreno más pesado: las Fuerzas Armadas y los servicios de inteligencia.
Cuentan el recambio en la ex SIDE (AFI): sale un jefe (“Nefer”), entra un hombre de extrema confianza del clan Caputo.
Se narra un episodio bochornoso: dirigentes de La Libertad Avanza a las trompadas en el lobby de un hotel en Rosario mientras el presidente estaba ahí; y eso termina en enojo de Santiago Caputo y limpieza en inteligencia.
Se destaca que nadie puede tener “autonomía” fuera de la mesa Milei–Karina–Caputo–Menem–Santilli–Bullrich. El que se corta solo, entra en “sospecha y revisión”.
Eso es gravísimo.
Porque significa esto:
Cambió el discurso, cambió el color político, cambió la tribuna que grita “libertad”.
Pero la lógica estructural es la misma:
una mesa chica que decide todo, controla las fuerzas armadas, los servicios, la comunicación y la estrategia, y no tolera autonomía de nadie.
Cuando un gobierno se define por “no aceptamos gente que se corta sola”, traducido significa:
No queremos instituciones fuertes.
Queremos lealtades personales.
Queremos mando vertical y obediencia absoluta.
Eso lo viste con otros colores antes. Ahora se repite con estética libertaria.
El programa subraya un gesto simbólico: Milei fue a la jura a Diputados.
Los panelistas lo leen como:
Reconocimiento al Congreso como centro de la política.
Respaldo personal enorme a Martín Menem.
Muestra de un presidente que “aprendió” después del golpe del 7 de septiembre y ahora hace política.
Esto tiene dos caras:
La buena:
Es sano que un presidente deje de tratar al Congreso como basura.
Es bueno que entienda que necesita leyes, acuerdos, gobernadores, diálogo.
La peligrosa:
Si el Congreso se convierte en una extensión dócil de la mesa chica presidencial, no hay república: hay una escribanía con aplausos.
Si el Presidente solo ama al Congreso cuando le sirve, pero lo desprecia cuando le pone límites, no hay cambio de sistema: hay cambio de humor.
El video que vos viste muestra barras bravas gritando “libertad, libertad” y del otro lado cargadas, insultos, chicanas.
La política convertida en un Boca–River moral, mientras el país real sigue sin agua potable en muchos barrios, sin crédito, sin rosqueo serio sobre vivienda, seguridad jurídica, etc.
Los periodistas lo dicen sin vueltas:
El gobierno ahora tiene musculatura legislativa.
Tiene una alianza clara con Estados Unidos.
Tiene más del 50% de la sociedad que lo banca.
Tiene gobernadores que se alinean.
Tiene fuerzas armadas y de seguridad con un gobierno que les es “amigable” y promete inversión.
Conclusión de ellos:
“Se le acaban las excusas. Ahora tiene cancha libre para hacer las reformas”.
La frase que falta es:
Y si se equivoca, el costo va a ser histórico.
Porque con tanto poder concentrado:
Si acierta, ordena algo de este caos argentino.
Si se equivoca, profundiza la fragmentación social, la crisis económica y la desconfianza en cualquier proyecto futuro.
Ya vivimos eso con el “tenían todo en 2017” de Macri.
No aprendimos.
Ahora jugamos la misma ruleta, con otro estilo, otra estética, otro relato, pero mismo riesgo de soberbia.
Mientras en el programa hablan de:
números de bancas,
nombres de generales,
quién maneja la SIDE,
quién fue clave en la negociación,
el país real sigue así:
Más de la mitad de los chicos en pobreza.
Una generación entera sin horizonte de propiedad, crédito ni alquiler estable.
Mercado inmobiliario desordenado, sin datos serios, sin MLS, sin estadísticas públicas confiables.
Un sistema judicial lento, caro y muchas veces usado como arma política.
Economía atada a decisiones de una mesa chica, gobernadores asfixiados y ciudadanos mirando desde la tribuna como si fuera un reality show.
Mientras ellos festejan la jugada de 95 bancas, nadie en esa mesa está discutiendo en serio cómo se reconstruye institucionalidad, cómo se crean reglas estables, cómo se garantiza:
Estado chico pero serio.
Mercado libre, pero con contratos que se cumplen.
Libertad, pero con orden y responsabilidad, no con barra brava.
El programa acierta en algo:
El kirchnerismo está envejecido, fuera de época, sin lectura del mundo y sin autocrítica.
Viven en una caverna ideológica que la sociedad ya no compra masivamente.
Pero el riesgo ahora es otro:
Que la sociedad salga de una caverna ideológica para entrar en un laboratorio de poder donde todo depende de 5–6 personas, sin contrapesos sólidos, con fuerzas armadas y servicios de inteligencia rearmados según lealtad personal.
Y ahí es donde se define el futuro de Argentina:
Si la sociedad se queda solo en la tribuna gritando “libertad” o “resistencia”, pierde.
Si no se exige datos, transparencia, instituciones, trazabilidad, cooperación entre sectores, va a ser otra temporada más de la misma serie:
Cambian los actores, no cambia el guion.
Si tuviera que resumir el video en una sola frase, sería esta:
“Hicimos un movimiento político brillante para que la primera minoría la tengamos nosotros y no ellos.
Lo que pase con la gente común después… se verá.”
Y la verdad, brutal, es esta:
Peronismo – kirchnerismo: administraron pobreza y caos a cambio de lealtad.
Nuevo bloque libertario + PRO fragmentado: promete reformas y libertad, pero juega con las mismas herramientas de poder opaco: mesa chica, servicios, fuerzas, lealtades personales, cero cultura de cooperación real y orden institucional de largo plazo.
Hasta que no se toque eso –la estructura de poder, no solo los nombres–, Argentina va a seguir siendo lo mismo:
Un país donde las grandes decisiones se toman entre pocos,
mientras la mayoría mira por televisión quién “ganó la jura”
y sigue sin poder comprar una casa, sin crédito, sin justicia rápida,
sin reglas claras para trabajar y levantar su vida en paz.