Por: Investigación especial | Sinaí Olavarría
Durante años, Olavarría habló de “volver a crecer”, de atraer inversiones, de generar empleo y de darles a los jóvenes una oportunidad real de construir futuro. Pero mientras el discurso se repite, la realidad avanza en dirección contraria: proyectos privados gigantescos quedan atrapados en escritorios municipales, decisiones que jamás llegan y un silencio institucional que asfixia a la ciudad.
El caso Palmares es el ejemplo más claro: 1.980 lotes, más de 100 hectáreas, la posibilidad de generar entre 4.000 y 8.000 viviendas a largo plazo, miles de empleos directos e indirectos, trazabilidad ambiental, hidráulica y técnica al día… y aun así: frenado.
¿Por qué?
La respuesta es incómoda: Olavarría perdió la capacidad de gobernarse.
Palmares no es “un loteo más”.
Es, en términos urbanísticos, una ciudad dentro de la ciudad:
1.980 lotes aprobados técnicamente.
100 hectáreas integradas a la zona más alta y segura.
Estudios de suelo, hidráulica, impacto ambiental y tránsito, todos aprobados.
Inversión estimada superior a 150 millones de dólares en los próximos años.
Impacto directo sobre el comercio, la construcción, los oficios, el transporte y el empleo.
Si este proyecto avanzara, Olavarría entraría en un ciclo de crecimiento urbano y económico sin precedentes desde los años 90.
Pero nada de eso sucede.
La Provincia dio el visto bueno.
Los organismos técnicos aprobaron cada etapa.
El expediente cumplió todo lo que debe cumplir un desarrollo serio.
¿Dónde se traba?
En la política local.
Durante más de un año, el expediente recorrió oficinas sin obtener definiciones. Las respuestas fueron:
“Estamos revisando”.
“Falta una firma”.
“Hay que esperar a que el intendente lo vea”.
“Vuelve a planeamiento”.
En otras palabras:
nadie decide. Nadie se hace cargo. Nadie asume el costo político de decir sí o decir no.
Esto no es gestión:
es parálisis.
Y la parálisis mata proyectos, frena inversiones y condena a los jóvenes a no poder soñar con una vivienda propia.
Hoy en Olavarría un joven de 20 a 35 años:
no puede comprar un terreno,
no puede acceder a un crédito,
no puede proyectar una familia,
no puede independizarse,
y vive atrapado en una estructura económica que no le ofrece salida.
No es ideología: es matemática.
Sin tierra, sin planificación, sin reglas claras y sin apertura a nuevas urbanizaciones, la ciudad colapsa hacia adentro.
Se envejece, se achica, se empobrece.
Palmares, con su escala y su visión, era la oportunidad perfecta para revertir esta tendencia.
Porque decir “la política frena” es demasiado general.
Lo real es más preciso:
Porque el estancamiento les da poder, control y discreción.
Porque les conviene la escasez artificial.
Cuantos menos lotes haya, más caro venden los pocos que administran.
Que no quieren competencia, ni profesionalización, ni modelos modernos, ni MLS, ni datos públicos.
En resumen:
el sistema actual necesita que Olavarría se mantenga chica, lenta, sumisa y dependiente.
Palmares rompe esa estructura.
Por eso molesta.
Esto es clave:
Los dueños hicieron absolutamente todo lo que la ley exige.
Pagaron estudios, informes, planos, mensuras y costos millonarios.
Cumplieron con Provincia, con Ambiente, con Hidráulica, con Catastro.
Presentaron documentación impecable.
Invirtieron años de trabajo.
El único paso que falta es la decisión política municipal.
Una firma.
Una orden.
Un decreto.
Un paso administrativo que en cualquier ciudad organizada se resuelve en 30 días.
En Olavarría: años.
Significa:
Pero también significa algo más profundo:
Olavarría perdió su rumbo.
Mientras ciudades cercanas aceleran loteos, vivienda, urbanización y crédito, Olavarría retrocede.
En cada ciudad hay proyectos que marcan una época.
Palmares podría ser uno de ellos.
Transformaría:
la economía,
el paisaje urbano,
el mercado inmobiliario,
la oportunidad juvenil,
la energía social.
Pero para eso hace falta decisión y coraje institucional.
El desarrollo está listo.
Los inversores están listos.
La documentación está lista.
Los jóvenes están esperando.
La ciudad lo necesita.
Solo falta lo que más escasea:
voluntad de gobernar.
Este caso revela algo que va mucho más allá de un loteo:
Olavarría necesita planificación, transparencia y reglas claras.
Necesita instituciones que trabajen.
Necesita un Estado que habilite el progreso, no que lo boicotee.
Necesita un mercado moderno, ético y colaborativo.
Necesita datos, MLS, orden y profesionalismo.
Palmares no es solo un proyecto inmobiliario:
es un test para saber si Olavarría quiere futuro o prefiere seguir dormida.
Nosotros elegimos futuro.