sábado 20 de diciembre de 2025 - Edición Nº205

Fe y Cultura | 19 dic 2025

Familia, justicia y sociedad

La crisis silenciosa: familia, justicia y el quiebre de la confianza social

Una conversación incómoda pero necesaria sobre el debilitamiento de la familia, el rol del Estado en los conflictos privados y la pérdida de equilibrio entre derechos y responsabilidades. Un debate que atraviesa a hombres, mujeres y, sobre todo, a los hijos.


Por: Redacción Estratégica | Sinaí Olavarría

La crisis silenciosa: familia, justicia y el quiebre de la confianza social

Hay crisis que hacen ruido: inflación, inseguridad, desempleo.
Y hay otras que avanzan en silencio, sin titulares, pero con consecuencias mucho más profundas.

Una de ellas es la crisis de la familia y del vínculo entre el hombre y la mujer, atravesada hoy por un sistema judicial, cultural y económico que parece haber perdido el equilibrio.

En una conversación reciente con Jorge Libertad, ex policía y creador de contenido seguido por miles de personas en distintos países, surgieron preguntas incómodas, pero inevitables:
¿qué pasó con la familia?, ¿por qué reina la desconfianza?, ¿por qué tantos padres no pueden ver a sus hijos?, ¿en qué momento el conflicto privado pasó a ser administrado por el Estado?

Cuando el sistema reemplaza al compromiso

Durante siglos, la familia no se construyó sobre la improvisación.
Existían acuerdos, responsabilidades y consecuencias claras. No eran perfectos, pero tenían un objetivo central: proteger a los hijos y dar estabilidad a largo plazo.

Hoy ocurre lo contrario.
Se debilitó el compromiso, se judicializó el conflicto y se delegó en el Estado lo que antes resolvían las personas, las familias y la comunidad.

El resultado es visible:

  • relaciones frágiles

  • vínculos descartables

  • conflictos que escalan en tribunales

  • hijos atrapados en disputas que no eligieron

No se trata de “hombres contra mujeres”.
Se trata de un sistema que rompió los incentivos para confiar y cooperar.

Justicia, denuncias y presunción de culpabilidad

Uno de los puntos más delicados del debate es el funcionamiento de la justicia en conflictos familiares.

Existen denuncias reales que deben ser investigadas y sancionadas con firmeza.
Pero también existen denuncias falsas, tipificadas en el Código Penal argentino, que generan daños irreversibles aun cuando luego se demuestra la verdad.

Pérdida de trabajo, de vínculos, de tiempo con los hijos, de reputación.
El daño no siempre se revierte.

Cuando la presunción de inocencia se invierte, el problema deja de ser individual y pasa a ser institucional.
Y cuando el miedo reemplaza a la verdad, nadie gana.

El rol del hombre, la mujer y la confusión actual

Otra cuestión central es la redefinición forzada de los roles.
En nombre de la igualdad, se empujó a hombres y mujeres a competir en los mismos espacios, bajo las mismas lógicas, sin preguntarse por las consecuencias familiares y sociales.

La mujer fue presentada como “libre” solo si compite, produce y rinde como un hombre.
El hombre fue reducido muchas veces a proveedor prescindible.

El resultado no es igualdad real, sino agotamiento, frustración y vínculos debilitados.

La verdadera igualdad no se mide solo en derechos, sino también en responsabilidades, cuidado y presencia.

Los hijos, siempre los grandes ausentes

En todo este debate hay un actor que casi no tiene voz: los hijos.

Numerosos estudios, experiencias clínicas y testimonios coinciden en algo básico:
la ausencia prolongada de una figura paterna o materna tiene consecuencias emocionales y sociales profundas.

No se trata de modelos rígidos ni de nostalgia.
Se trata de reconocer que la familia estable sigue siendo la principal red de contención social.

Cuando falla, el costo no lo paga el sistema.
Lo pagan los niños.

Volver a hablar de lo que importa

Esta conversación no busca imponer verdades ni señalar culpables.
Busca algo más simple y más difícil: volver a discutir con honestidad.

Si una sociedad no puede hablar de familia, justicia, roles y consecuencias sin caer en insultos o censura, entonces el problema no es el debate.
Es el modelo.

En Sinaí Olavarría creemos que ordenar la sociedad empieza por animarse a decir lo que muchos sienten, pero pocos se animan a expresar.

No para dividir.
Para reconstruir.

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