

Por: Observatorio Inmobiliario Sinaí
España desreguló. Ganó el mercado, pero perdió el control.
Muchos presentan a España como un caso exitoso de desregulación del sector inmobiliario. Y en parte es cierto: se eliminaron trabas, se liberalizaron procesos, el Estado retrocedió. Pero lo que pocos dicen —y lo que marca toda la diferencia— es que los inmobiliarios estaban completamente divididos, fragmentados y sin poder político real. Y lo mismo sucedía cuando estaban regulados: solo que antes, además de no tener poder, estaban atados.
Mientras el mercado ganaba libertad, los actores clave no construyeron comunidad ni códigos compartidos. Y el precio fue altísimo.
El Estado español, capturado por ideologías y presiones sociales mal gestionadas, avanzó con leyes caóticas como la Ley de Vivienda, que redujo la oferta de alquileres, generó incertidumbre y ahuyentó la inversión. En Barcelona, por ejemplo, se eliminaron miles de licencias de alquiler turístico.
¿Y los agentes inmobiliarios? No pudieron hacer nada.
Sí, existen algunas redes inmobiliarias en España. Pero compiten entre sí, están divididas, y en una misma ciudad hay varias iniciativas sin coordinación ni visión común. Eso no es unión, es fragmentación de poder.
Lo mismo sucede hoy en Argentina. Hay franquicias, mini-redes MLS, asociaciones dispersas. Pero ninguna domina ni representa una verdadera fuerza colectiva con autoridad moral y capacidad de influir. Son compartimentos estancos en un mercado desordenado.
La lección es clara: desregular sin construir comunidad no es libertad duradera, es caos inminente.
Porque si no hay un segundo poder —ético, organizado, comprometido—, las decisiones las toman los psicópatas ponerológicos, esos perfiles fríos y manipuladores que la ciencia estudia como los más peligrosos cuando llegan al poder sin frenos morales.
Hoy, desde Sinaí, no proponemos volver al control estatal ni rendirnos al desorden.
Proponemos construir algo nuevo: una red voluntaria, con valores, códigos y poder real.
Una red donde los agentes inmobiliarios sean custodios de la ciudad, no piezas sueltas de una maquinaria rota.
Una red donde la cooperación no sea estrategia, sino deber moral.
España perdió esa oportunidad. Nosotros no.
Si lo hacemos bien, Argentina no será la próxima España.
Será Sinaí.