

Por: ✍️ Redacción Investigativa Sinaí Olavarría
Footloose (1984) parece una comedia adolescente más. Pero en realidad, es un estudio encubierto sobre ingeniería social.
Un joven llega a un pueblo donde el baile está prohibido. No hay represión militar, ni cárcel: hay normas culturales instaladas por la autoridad local —un pastor con influencia total. Lo que debería ser una simple actividad recreativa se transforma en amenaza política. ¿Por qué?
Porque la cultura es el software de las masas. Quien controla la cultura, no necesita disparar. Solo necesita convencer.
Este tipo de reacción social responde a mecanismos muy estudiados:
Condicionamiento colectivo: Las normas absurdas (como no bailar) se aceptan si vienen de una figura de autoridad. Stanley Milgram lo demostró en su experimento de obediencia (1961).
Miedo al cambio: El sistema tiende a expulsar a quien lo cuestiona. Se le etiqueta como “peligroso”, “loco” o “ilegal”. No importa la verdad, importa conservar el orden percibido.
Efecto espectador: Muchos piensan igual, pero callan. Y esa pasividad alimenta la maquinaria del control. El silencio también es ingeniería.
En algunas ciudades como Olavarría, el fenómeno se repite.
Cuando aparecen nuevas ideas que proponen:
cooperar en lugar de competir 🫱🏼🫲🏽
ordenar el mercado en lugar de manipularlo 📊
abrir la información en lugar de esconderla 🧾
…no se inicia un debate. Se inicia una persecución cultural.
No con balas. Con denuncias. Con códigos vetustos. Con el uso selectivo de la ley para sostener privilegios. El patrón se repite: el que cuestiona, molesta. El que construye, amenaza. El que baila, incomoda.
Maquiavelo lo advirtió hace siglos:
"No hay nada más difícil de llevar a cabo, ni más dudoso de su éxito, ni más peligroso de manejar, que iniciar un nuevo orden."
Quien se atreve a abrir una puerta nueva, debe saber que los que tienen miedo de perder el control harán todo lo posible por cerrarla.
Pero esa puerta no se cierra con argumentos. Se cierra con manipulación emocional, miedo y etiquetas.
👉 Entender el juego: Esto no es personal. Es estructural. Es la resistencia natural del sistema a su propia evolución.
👉 No ceder al relato del miedo: Las etiquetas no definen la verdad.
👉 Construir cultura alternativa: Informar, crear medios, hablar con vecinos, formar redes, mostrar otra forma de hacer las cosas.
Porque cuando el poder teme a una simple idea, es porque esa idea tiene poder.
En Footloose, bailar era peligroso.
En Olavarría, hablar de cooperación inmobiliaria parece serlo.
En ambos casos, no es el acto lo que molesta. Es lo que representa:
Cambio. Libertad. Reconfiguración del poder.
Y eso, para las estructuras caducas, es más temible que cualquier revolución armada.