

Por: ✍️ Redacción Sinaí
“Un solo hombre que rompe filas puede ser más letal que diez enemigos armados.”
— Vegetio, “De Re Militari”, siglo IV
Durante siglos, los grandes imperios entendieron una verdad incómoda: el caos no siempre viene de fuera, muchas veces se gesta adentro, en los propios soldados, en los miembros del cuerpo, en los que actúan como si fueran excepciones a la regla.
Hoy, en una Argentina en transición, mientras se discuten modelos de desregulación, libertades de mercado y nuevas formas de organización social, la lección del orden disciplinado resuena con fuerza renovada. Y en particular, en el proyecto Sinaí MLS, donde el mayor peligro no está en los viejos colegios ni en los franquiciados hostiles, sino en algo más sutil y más peligroso: los miembros que rompen la fila.
Los legionarios romanos no eran los más musculosos ni los más valientes. Eran los más entrenados en obediencia, ritmo y confianza mutua. En batalla, avanzaban en una formación cerrada —la testudo, o “tortuga”— en la que cada escudo protegía al compañero, y cada error exponía al conjunto.
Un legionario que se adelantaba para matar a un enemigo por su cuenta no era visto como un héroe, sino como una amenaza. Su impulso podía dejar un flanco abierto, generar una ruptura, y provocar la entrada del enemigo.
Por eso era castigado. A veces, con la muerte.
📚 Fuente: Tácito, Tito Livio, Polibio, Vegetio
En Números 2, Dios ordena a Moisés que cada tribu acampe alrededor del Tabernáculo según su bandera, sin alterar la disposición.
“Cada uno junto a su estandarte, bajo las enseñas de la casa de sus padres.” (Números 2:2)
Era un sistema militar, espiritual y logístico. El orden no era opcional, era sagrado. Cuando Coré, Datán y Abiram lo rompieron para desafiar la autoridad de Moisés, la tierra los tragó (Números 16).
Dios no perdona al que rompe filas por orgullo, ni al que se rebela bajo pretexto de “justicia personal”.
En Jueces 7, Gedeón elimina del ejército a todos los impulsivos y desatentos. Se queda con 300 que sabían obedecer, vigilar y actuar al unísono.
“Con estos trescientos hombres os salvaré.”
No eligió a los mejores guerreros. Eligió a los más disciplinados.
“El desorden nace del ego. El ego desordena la formación. El que actúa por su cuenta destruye la estrategia.”
“Una ciudad justa es aquella donde cada parte cumple su función.”
“La verdadera libertad surge de someterse voluntariamente a una estructura de responsabilidad.”
Hoy se exalta al “rebelde con causa”. Pero tanto en Roma como en la Biblia, el que actúa fuera del diseño es una amenaza, incluso si cree tener razón. Porque el orden no se negocia por impulsos.
Sinaí MLS no es un club ni un grupo de vendedores. Es un cuerpo estructurado, con jerarquía ética, con códigos, con valores comunes y una visión de Reino. Cada miembro es un eslabón de una red que representa algo más grande que su propia comisión.
Hoy el enemigo externo (el monopolio, la corrupción, el egoísmo institucional) ya está identificado.
Pero el enemigo más peligroso está dentro:
El que vende una propiedad sin coordinar con el equipo.
El que miente en una tasación para cerrar un trato rápido.
El que critica a sus propios compañeros para lucirse con el cliente.
El que publica por fuera del sistema, salteando reglas internas.
Todos esos comportamientos rompen filas. Son el equivalente moderno del legionario que se adelanta en la batalla creyéndose un héroe, y termina abriendo el costado para que entre la lanza enemiga.
“Un equipo desordenado no necesita enemigos: se destruye solo.”
— Redacción Sinaí
En Sinaí, no se busca perfección ni sumisión ciega. Se busca alguien que entienda que su fuerza no está en su talento aislado, sino en su capacidad de mantener la formación bajo fuego.
Si esto va en serio, tiene que ser como Roma, como Israel, como Gedeón:
pocos, pero bien alineados.
Sinaí no caerá por ataque externo.
Caerá si alguno olvida que es parte de una fila, de una red, de un cuerpo.
“El que rompe filas puede ganar una venta. Pero pierde la guerra.”
— Sinaí