

Por: Redacción Sinaí
Andrea Borges Do Canto no habló de real estate: habló de conciencia.
Y eso, en un mercado intoxicado por la especulación, es una anomalía estratégica. Desde el primer minuto de la entrevista en Ladrillo, quedó claro que Andrea representa una generación nueva de desarrolladores: aquellos que no repiten renders sino que gestionan realidades complejas.
El problema no es vender metros: es entregar hogares funcionales, consorcios vivos y edificios sostenibles.
Andrea desafía el enfoque técnico puro con una mirada de sensibilidad activa:
“Los edificios no son máquinas. Son organismos vivos. Y el desarrollador tiene que estar presente incluso después de entregar la posesión.”
Mientras algunos colegas creen que el problema termina al firmar el boleto, Borges lo ubica en el “destete”: ese momento gris entre la posesión y la escritura, donde el consorcio aún no existe legalmente y el cliente solo tiene ilusiones basadas en renders.
En una Argentina donde muchos compran sin leer un contrato de fideicomiso y donde los plazos de escrituración pueden demorar 3 años, Andrea propone lo obvio que nadie aplica:
“Hay que leer todo. Explicar todo. Estar presentes. La gente hoy viene más instruida y pregunta mejor.”
Este enfoque casi evangélico de la transparencia la convierte en una rara avis en el mercado. Y es ahí donde conecta con nuestra visión Sinaí: el nuevo orden inmobiliario se construye sobre trazabilidad, confianza, y comunidad profesional.
En la charla, Andrea confiesa que en muchos proyectos el cliente venía a espiar el avance por agujeros en los cercos de obra. La solución fue estratégica y humana: generar informes frecuentes y sistematizar el acompañamiento.
“Construir es arbitrar intereses diversos. Hay vecinos malintencionados, consorcistas especulativos, constructores cortoplacistas. El rol del desarrollador es no desaparecer.”
En otras palabras: construir es gobernar. Y como todo gobierno, exige anticipación, escucha, y presencia.
Andrea también desnudó la trampa que sepulta a cientos de desarrolladores:
“Muchos venden todos los metros de un proyecto sin hacer gestión de stock ni pricing. Después, si sube el costo y ya vendieron barato, quedan atrapados.”
El desarrollo inmobiliario serio exige inteligencia financiera constante. Y una comprensión clara de los ciclos, del valor agregado real y de cómo diferenciarse más allá de la ubicación.
La confianza es un activo que se construye con hechos:
Proyectos pensados desde el día uno para la vida útil y el mantenimiento.
Domótica inteligente, materiales con bajo mantenimiento, decisiones técnicas con alma.
Rentabilidad emocional para quien habita.
“Los proyectos deben pensarse con el que lo habita y con la ciudad en mente. Van a estar 50 años en pie.”
Y lo más valioso: Andrea lo hace desde la trinchera, sin marketing impostado.
“No se arranca por la tierra barata. Se arranca por el buyer persona.”
Su lógica es inversa al mercado tradicional: no se adapta el producto a la tierra, sino que se busca la tierra para el producto. Y esto implica visión, datos y sensibilidad.
Andrea Borges Do Canto representa una generación que no busca solo “colocar metros cuadrados”, sino poner edificios vivos y honestos dentro de las ciudades. Su visión confirma que el futuro no es de quienes repiten fórmulas viejas, sino de quienes integran sensibilidad, profesionalismo, trazabilidad y cultura jurídica.
Y, en un país donde el mercado inmobiliario suele parecer un caos sin cabeza ni corazón, voces como la suya inspiran a construir con otra lógica: una que ordene, humanice y transforme.
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