

Por: Redacción Sinaí
En una mesa cargada de tensiones, pero también de propuestas y verdades incómodas, tres actores fundamentales del presente y futuro urbano de Buenos Aires ofrecieron una clase magistral de realismo territorial. El canal Ladrillo reunió a:
Myriam Heredia, ex directora del Instituto de Vivienda bonaerense, con una visión crítica y sistémica del problema habitacional.
Darío López, vicepresidente de la Sociedad Central de Arquitectos, constructor y urbanista con décadas de experiencia práctica.
Martín Cantera, presidente de la Comuna 14 (Palermo), mediador cotidiano entre vecinos, Estado y desarrolladores.
El debate giró inicialmente en torno al nuevo código urbanístico aprobado en 2024. López, vecino de Núñez, no dudó en calificar el anterior código como “apresurado”, al permitir desarrollos que rompieron tejidos urbanos históricos sin criterios de retiro, escala ni respeto por el centro de manzana. Cantera celebró que la revisión haya incorporado demandas vecinales, aunque reconoció que la tensión entre el desarrollador y el vecino persiste: “Nadie es el malo, pero hace falta sentarse a la mesa y dejar los fantasmas afuera”.
Heredia fue aún más directa: “El urbanismo llega tarde. Siempre vamos detrás del problema”. Y explicó que la arquitectura se enfrenta a una política que sólo resuelve la coyuntura inmediata. En sus palabras, “planificar a 2050 suena bien, pero sin voluntad política es apenas poesía”.
Uno de los ejes más críticos fue el desequilibrio territorial. La parte sur de la ciudad, históricamente relegada, fue tema de todos. Heredia y López coincidieron en que los convenios urbanísticos y estímulos fiscales apenas han compensado la falta de inversión estructural en transporte y conectividad. “La ciudad está hecha en escala de auto, no de peatón”, resumió López con contundencia.
La falta de planificación intermunicipal agrava todo. “El 75% de las personas en situación de calle en la Ciudad vienen desde la Provincia”, explicó Cantera. Y Heredia completó: “Un chico de Jujuy no quiere vivir en una villa de Buenos Aires. Viene porque no hay oportunidades ni educación en su tierra”.
Los tres entrevistados coincidieron en la necesidad de fomentar una verdadera participación ciudadana. “Hay que dejar de acusar a los vecinos de no participar si nunca los convocamos con claridad”, dijo Darío López, recordando la experiencia de Colegiales, donde un proyecto urbanístico se transformó en proceso comunitario tras abrirse el diálogo.
Cantera, en tanto, insistió en que la principal función de su rol comunal es la mediación: “No somos enemigos, ni el desarrollador quiere destruir el barrio, ni el vecino es un loco. Todos queremos una ciudad mejor”.
Sin embargo, las trabas burocráticas siguen siendo el freno principal. Aprobar un plano puede llevar hoy más de un año. El cambio de gestión, los retiros voluntarios sin transferencia de experiencia y la falta de claridad en los sistemas digitales generaron un cuello de botella que paraliza a toda la industria.
Heredia fue categórica: “Con el presupuesto actual, nos llevaría 171 años resolver el déficit de viviendas de la provincia. Esto quiere decir que un chico que nace en una villa probablemente muera en una villa”. Y advirtió sobre fenómenos que están desfigurando el acceso a la vivienda en todo el mundo, como los alquileres por plataforma. “Ya lo están restringiendo en España, Portugal, Italia. Acá todavía no se dimensiona”.
El parque lineal proyectado en Palermo, las playas ferroviarias ociosas y las intervenciones fallidas en el sur ejemplifican lo que falta: continuidad en los planes. “En Chile cambia el gobierno, pero la planificación sigue. Acá se borra todo y se empieza de cero”, lamentó López.
Cantera remarcó que incluso en Palermo, barrio con recursos y visibilidad, sobran tierras sin uso, falta unificación de criterios y se desaprovechan alianzas público-privadas: “Hay espacios abandonados donde se cuelan asentamientos. Pero no por maldad, sino por falta de gestión”.
La entrevista no solo fue reveladora por lo que se dijo, sino por lo que dejó entrever: Buenos Aires es una ciudad con talento, ideas y capacidad técnica, pero sin un marco de cooperación duradero que supere el cortoplacismo político y la fragmentación operativa.
Es aquí donde la visión de Sinaí MLS cobra sentido, no como una solución mágica ni como estructura estatal, sino como una alternativa privada, voluntaria y estratégica para reordenar, colaborar y prever. Un sistema de trazabilidad urbana, ética compartida y participación responsable.
No se trata de reemplazar al Estado, ni de demonizar al desarrollador, ni de romantizar al vecino. Se trata de establecer un nuevo pacto urbano basado en:
Planificación con continuidad,
Participación ciudadana real,
Alianzas público-privadas conscientes,
Equidad territorial con visión nacional.
La ciudad la construimos todos, como bien dijo Heredia. Pero si todos empujan para su lado sin reglas, el resultado no es libertad: es entropía. Y la entropía, en las ciudades, se paga con pobreza, caos y frustración.
Es hora de sentarse en la mesa. Con proyectos. Con visión. Con código. Y con voluntad.