

Por: Redacción Sinaí
El renacer de un instrumento dormido
Durante décadas, el crédito hipotecario fue en Argentina más una leyenda que una política pública estable. Sin embargo, en los últimos meses, su regreso paulatino a la escena económica y su creciente protagonismo en las operaciones inmobiliarias despertaron esperanzas, temores y múltiples interrogantes. En ese contexto se dio este valioso intercambio entre Vanesa Ibarra, corredora de Salguero Propiedades con fuerte presencia en CABA, y Federico González Rouco, economista especializado en crédito hipotecario.
Una oportunidad que asoma
Rouco, con precisión técnica, aportó contexto histórico: “Argentina es el país de América Latina con menos mercado hipotecario, salvo Venezuela. Tuvimos etapas de crédito y luego años completos sin ninguna línea activa.” Para el economista, el reciente repunte tiene causas políticas, macroeconómicas y culturales. “Hay un cambio de gobierno con una visión menos intervencionista, un Estado que deja de ser el principal cliente de los bancos, y un sector financiero que lentamente vuelve a apostar por la estabilidad”.
Ibarra, desde el campo, confirmó la tendencia: “Hoy entre el 40% y el 50% de las consultas y carpetas tienen que ver con créditos. Vemos dos perfiles claros: jóvenes que quieren su primera vivienda y propietarios que buscan ampliarse”.
El crédito UBA: ¿ángel o demonio?
Ambos coincidieron en desmitificar la narrativa negativa sobre los créditos UBA. Rouco fue categórico: “Son el producto con menor tasa de incumplimiento de todo el sistema financiero argentino, con menos del 1% de morosidad. El problema no fue el producto, fue la pérdida de empleo o ingresos no actualizados.” Ibarra aportó datos del día a día: “Muchos que se quejan no entendieron lo que firmaban o no proyectaron su jubilación. La clave es evaluar estabilidad laboral y tener ahorros ante posibles diferencias entre lo prometido por el banco y lo finalmente otorgado”.
Entre la confianza rota y la educación ausente
Una y otra vez, apareció el fantasma central del sistema: el miedo. “El argentino tiene tatuado el miedo en el pecho”, graficó el conductor. Rouco agregó: “Ese miedo es irracional hoy. Pero se entiende. No se puede culpar al adulto mayor que vivió cinco colapsos monetarios”. Ibarra sumó la importancia de la empatía: “Hay que acompañar, informar, enseñar. Nosotros como corredores somos casi educadores financieros y emocionales. Hay clientes que nos cuentan dónde guardan los dólares para la operación”.
Burocracia, improvisación y cuellos de botella
Más allá de la oportunidad, ambos señalaron con crudeza las trabas del sistema: bancos sin personal preparado, carpetas colgadas por licencias del personal, tasaciones desactualizadas y demoras promedio de 5 a 6 meses. “Los bancos no están preparados para escalar masivamente el crédito hipotecario”, afirmó Rouco. “Hay una parte del sistema que está contenta —la intermediación— y otra que está en crisis —la construcción—. Esa diferencia no es sostenible.”
Un sistema que discrimina silenciosamente
Quizás el dato más demoledor fue el que arrojó el economista sobre la distribución de los créditos: “El 85% va a empleados en relación de dependencia. Los monotributistas y autónomos, pese a tener ingresos altos, quedan afuera por falta de garantías tradicionales. Es un sistema que presta solo a los de arriba”. Esta afirmación, cruzada con la realidad de millones de jóvenes profesionales y freelancers, expone una falla sistémica que podría dejar afuera a buena parte de la generación que más necesita acceso a la vivienda.
Inversiones, cuotas y especulación
Ambos coincidieron en que el crédito cambia la lógica del mercado: lo central ya no es el valor de la propiedad, sino el monto de la cuota. Esto explica por qué, con crédito, los precios tienden a subir. “Si la cuota sube un 10% pero sigue entrando en el 25% del ingreso del comprador, se valida un aumento silencioso del precio sin que nadie se dé cuenta”, explicó Rouco.
También abordaron el fenómeno de la “vivienda puente”: jóvenes que compran una unidad chica como inversión, la alquilan, y con eso pagan su propio alquiler en una zona mejor. Un nuevo modelo que rompe con la vieja idea de que la primera propiedad es también el primer hogar.
por el equipo editorial de Sinaí Olavarría
El crédito hipotecario es mucho más que una herramienta financiera. Es una pieza estructural del tejido social. Puede unir o fragmentar, elevar o excluir. Lo que se juega no es solo cuántas propiedades se venden, sino qué tipo de país construimos.
Federico y Vanesa ofrecieron una clase magistral: claridad técnica, sensibilidad humana y visión de futuro. Pero también nos dejaron una advertencia: si no se corrige la inequidad de acceso, si no se profesionaliza todo el sistema —desde la banca hasta las inmobiliarias—, y si no se fortalece la confianza, esta nueva ola hipotecaria puede convertirse en otra ilusión que se esfuma con el viento.
Desde el proyecto Sinaí MLS, creemos que la trazabilidad, la ética colaborativa y la planificación estratégica son fundamentales para sostener cualquier ciclo virtuoso. Porque no alcanza con que haya crédito. Tiene que haber un ecosistema preparado para contenerlo.
El sueño de la casa propia no debería ser un privilegio para unos pocos, sino una posibilidad concreta para quienes trabajan, se esfuerzan y buscan construir un futuro. No se trata solo de ladrillos, se trata de dignidad.