

Por: Equipo Editorial Sinaí Olavarría
Por el equipo de Sinaí Olavarría | Análisis periodístico exclusivo
En una era de cambios estructurales en el mercado inmobiliario argentino, donde la palabra "desregulación" genera tanto esperanza como incertidumbre, una figura se destaca por su claridad conceptual, su trayectoria y su compromiso con la institucionalidad: Damián Tabakman, presidente de la Cámara Empresaria de Desarrolladores Urbanos (CEDU), profesor universitario, autor de ocho libros y referente indiscutido del real estate en Latinoamérica.
En el podcast Club de Pozo, Tabakman desmenuza con precisión quirúrgica los fundamentos, errores y oportunidades del negocio inmobiliario. Y lo hace con una honestidad intelectual que escasea en el sector. Su testimonio no es solo una clase magistral: es un llamado de atención para quienes creen que construir edificios es simplemente "comprar un terreno, levantar algo y venderlo".
Tabakman es arquitecto, pero también estudió Filosofía y Letras. Su camino hacia el desarrollo inmobiliario fue más fruto de la necesidad que de una vocación temprana: "Tuve tres hijos de joven, así que el universo académico quedó en pausa". Esa sinceridad lo aleja del perfil clásico del empresario omnipotente y lo acerca al de un pensador pragmático que se construyó desde abajo.
Fue pionero en formarse en finanzas cuando nadie en el rubro hablaba de balances ni flujos de fondos: "No entendía ni lo que era un pasivo". Su paso por bancos, constructoras, y la mítica consultora RED lo convirtieron en un híbrido raro: un académico que sabe lo que es ensuciarse los zapatos en obra y discutir con banqueros en Wall Street.
Uno de los pasajes más potentes de la entrevista fue su explicación de por qué la venta en pozo no es una venta: “El comprador en pozo no compra nada. Se convierte en un acreedor. Y el desarrollador asume un pasivo que debe cancelar, no con plata, sino con metros cuadrados”. Esta idea —técnica, pero esencial— desarma buena parte de las narrativas actuales del marketing inmobiliario.
👉 Tabakman denuncia que muchos desarrolladores mienten cuando dicen que están "financiando al comprador". En realidad, es el comprador quien financia al desarrollador. El problema no es solo semántico: es ético, legal y estructural.
“La actividad del desarrollador no es profesional, es empresarial”, sentencia. Es una frase que debería estar tallada en piedra para evitar que abogados, médicos, dentistas o comerciantes que juntan algo de capital se lancen al desarrollo creyendo que es una pavada.
Y advierte: “Lo más peligroso no es el que no sabe, es el que subestima. Porque se puede aprender, pero no se puede improvisar con millones de dólares y años de obra por delante”.
En ese sentido, propone una curva de aprendizaje escalonada, alianzas intergeneracionales, y participar como inversor pasivo en proyectos serios antes de lanzarse solo. En sus palabras: “El que dice ‘me compro un terreno, contrato una constructora y vendo’... es un nabo”.
Tabakman recuerda con afecto el desarrollo de Coronado, un emprendimiento de lujo detrás del Malba que rompió récords de precio promedio de venta. Pero lo más notable no fue el precio, sino el enfoque: “Diseñamos un decálogo de las mejores prácticas de preventa… y después hicimos exactamente lo contrario en los diez puntos. Salió perfecto”.
¿La lección? Flexibilidad mental, creatividad estratégica y capacidad de adaptación son más valiosas que cualquier receta de manual.
Consultado sobre la ley de desregulación inmobiliaria impulsada por el gobierno actual, fue claro: “La Argentina está sobrerregulada. Pero el riesgo es que caigan justos por pecadores. Las instituciones deben armar su defensa, pero con argumentos profundos y estrategia política, no con berrinches”.
Sobre el regreso del crédito bancario: “No soy optimista en el corto plazo. Pero creo que con la normalización económica, llegará. Y cuando llegue, la industria se va a transformar”.
La entrevista a Damián Tabakman expone con crudeza pero sin cinismo los dilemas estructurales del desarrollo inmobiliario en Argentina. La ausencia de crédito, la falta de formación empresarial, la desinformación de los compradores y la improvisación de muchos desarrolladores configuran un ecosistema frágil, propenso a crisis y abusos.
Desde Sinaí MLS compartimos parte de su diagnóstico: no hay mercado inmobiliario saludable sin trazabilidad, sin ética, sin educación financiera ni contratos transparentes. Y si bien no todo puede regularse desde el Estado, sí puede —y debe— ordenarse desde la comunidad profesional.
Por eso creemos que la transformación no vendrá solo de leyes o bancos, sino de una nueva cultura inmobiliaria: más seria, más cooperativa, más clara. Una cultura que empiece por reconocer lo que Tabakman dice sin rodeos: “Perfecto no está inventado. Pero lo imperfecto no justifica hacer las cosas mal”.
El MLS Sinaí nace en ese espíritu: no como imposición, sino como propuesta de orden voluntario para una Argentina más justa, más profesional, y más previsible.